La Atención Primaria supone no sólo la
puerta de entrada al sistema sanitario actual sino que es la parte del sistema
sanitario que, incrustada en el núcleo de la sociedad, ejerce esa parte de la
medicina más cercana al paciente, sus necesidades y su entorno social que la
convierte en el eje principal sobre el que debería pivotar el sistema.
Aunque la existencia del concepto actual
de médico de familia se remonta a casi los orígenes de la práctica de la
medicina, en España, no es hasta el Real Decreto de Estructuras Básicas de
Salud, que se promulga incluso antes que la Ley General de Sanidad, donde se
reordena la organización asistencial del primer contacto de los ciudadanos con
el Sistema Sanitario. Aun así, la
estructura concebida tras la LGS con respecto a AP nunca llegó a aplicarse,
como muchas de las estructuras que deberían haber germinado de esa primera ley.
Así, la atención primaria en algunas
comunidades como Madrid, por su falta de “encanto electoral” y su escasa
dependencia de la fascinación tecnológica que tanto ha determinado la inversión en los últimos años, ha sido fagocitada por unas políticas e
inversiones centradas en los hospitales y en los procesos agudos dejando en un
segundo plano a los pacientes crónicos y su entorno sociosanitario. Es en este crecimiento tecnológico y hospitalario
donde se han destinado la mayor parte de los recursos de los últimos años,
viéndose éstos mermados de manera significativa en la atención
extrahospitalaria.
A este panorama, se le viene a añadir en
la Comunidad de Madrid la desaparición
de las áreas básicas de salud siendo sustituidas desde el decreto 52/2010
por un área única de AP, cuya finalidad era más perversa que lógica y que no ha hecho más que desestructurar más la difícil
red sanitaria.
Esta disminución de recursos que Atención Primaria
lleva sufriendo años y que parece
inspirada en el lema “donde comen
4, comen 12”, nos ha llevado a tener profesionales infrautilizados en sus
aptitudes clínicas, sobreutilizados en sus labores burocráticas y con consultas
sobresaturadas a las que ni siquiera se dota de personal suficiente para
sustituir. Situación que nos lleva, como era de esperar, a unas elevadas tasas
de “burnout” y a un desapego de los profesionales hacia el sistema que apenas
vela por ellos.
Esta
falta de visión global de un sistema
cohesionado y equilibrado entre primaria y hospitalaria nos lleva a la
paradoja de pacientes a los que se destinan abundantes recursos en sus procesos
agudos dejando de lado el resto de su largo historial sanitario por culpa de la
merma en las inversiones en áreas tan importantes como la prevención, la
rehabilitación o sencillamente el seguimiento posterior a un ingreso.
La
creciente deslegitimación de la atención primaria no lleva más que a la
deslegitimación de todo el sistema sanitario porque no hay Sistema Nacional de
Salud que sobreviva defendiéndose sólo con tecnología y olvidando la base de su
pirámide estructural como es la Atención Primaria.
Tal y
como ha quedado demostrado en diversas experiencias internacionales y
nacionales, en una visión
coste-oportunidad, un buen manejo de los recursos destinados a la At. Primaria,
no sólo incidiría en la mejora de su calidad sino que repercutiría en la calidad de la atención hospitalaria en áreas tan
importantes como la urgencia, la estancia media, el uso o sobreuso tanto de
pruebas diagnósticas como de recursos, etc... En este punto habría que añadir
la importancia de la educación de los
profesionales, no sólo de los futuros médicos hoy en formación, a la hora
de discriminar ese uso eficiente de los recursos, que nos está llevando a una
dependencia extrema de la tecnología como arma de una medicina defensiva que
nos hace depender cada vez más de recursos ajenos al sistema y que poco a poco
va desestructurando el tejido de nuestro sistema haciéndolo cada vez más insostenible.
Insostenibilidad que a veces uno duda si es interesada o sencillamente fruto de
la incompetencia.
Así,
consideramos imprescindible poner el foco y hacer hincapié en la importancia de
la continuidad asistencial entre los
dos niveles de asistencia, no sólo desde la lógica sanitaria, que es la que
debería imperar, sino también desde la lógica económica al hacer de la
integración del sistema una estructura más eficiente.
Actualmente
esta continuidad asistencial está únicamente representada, una vez más, por
proyectos individuales de profesionales concienciados con el problema sin que
exista ninguna estructura ni instrumento que establezca los criterios de
colaboración necesarios ni que impulse la creación
de protocolos que faciliten esta cohesión. De nuevo, la falta de sistemas
informáticos ágiles y prácticos que permitan una buena comunicación y un
buen intercambio de información entre niveles, suponen una gran barrera para
cualquier programa de continuidad asistencial. Todo esto, en el siglo de la
comunicación.
Una de
las soluciones a esta mala organización del sistema , que algunos profesionales
en Madrid consideran un “sin Dios estructural”, surgiría de un nuevo enfoque que dejaría atrás el concepto de
trabajar en diferentes niveles,
para pasar al concepto de trabajar
en redes donde se ponga el acento en la integración de los cuidados y en
los proyectos multidisciplinares, incluyendo el papel que la enfermería podría
jugar en este área.
En este
sentido nuestra querida Consejería acaba de anunciar un plan de acción para los pacientes crónicos, sobre el papel muy
atractivo (sobre todo si el papel es de los que se mete en un sobre cada cuatro
años) pero que si no se acompaña de medidas reales, de infraestructura y de
inversión es como anunciar la necesidad de aprender a montar en bicicleta sin bicicletas.
Es
el momento de ser ambiciosos y de perder el miedo a reivindicar que este
sistema se puede mejorar. Es el momento de establecer estrategias a largo plazo
que nos hagan volver a ilusionarnos con una profesión tan bonita como antigua
como es la del médico en contacto directo con la sociedad y el paciente. Es el
momento de pensar qué parte de nosotros mismos que nos hizo un día elegir ser
médicos, sacamos ahora para que la práctica de esa profesión sea todo lo
ilusionante y maravillosa que sabemos que es. Y es el momento de llevar al
altar este noviazgo entre profesionales de diferentes niveles y especialidades
que ha surgido de todo el conflicto sanitario del año pasado.
VARIOS
AGRADECIMIENTOS Y 1000 PERDONES
Agradecimiento
a la Dra. Mónica Lalanda, armada con un fonendo y unas pintus, por el genial
dibujo que encabeza este post.
Agradecimiento
a nuestros siempre dispuestos
tertulianos “de primera” de primaria.
1000
PERDONES a nuestros compañeros de primaria por haber creído que el sol sale y
se pone en un hospital.
1000
PERDONES por no haberos apoyado en vuestra campaña “10 minutos”. Seguramente
sean los 10 minutos más importantes de todo el sistema.